martes, 27 de octubre de 2015

La efervescencia de la vida .


Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida. Eso decía Arthur Schnitzler durante sus años de vida. Y eso es lo que aplico yo a la mía.

Carpe Diem. La felicidad no es un modo de vida, tampoco es una actitud. La felicidad son esos momentos que a veces pueden durar milésimas de segundos, que aparecen por arte de magia, porque eso es lo bonito de la vida, y hay que saber aprovecharlos para saborear su dulzor. La felicidad son esas burbujitas que le dan efervescencia a la vida.

La felicidad, dentro de la dura lucha que requiere encontrarla y exprimirla cada día, tiene un mecanismo tan simple que demasiadas veces es imperceptible al ojo humano. Puede hacerte despegar en los días más oscuros pero ¿quién tiene la llave? Pues nosotros mismos señores… Porque  podemos llamar felicidad a un esbozo de sonrisa entre un mar de lágrimas, a unas piernas llenas de cicatrices corriendo siempre hacia delante,  a la pérdida de un amor en el hombro de una amistad fuerte... Permitir que los rayos del sol salgan aunque sea por un recoveco de la comisura de tus labios es un triunfo,  un León de Oro en Cannes o la Copa del Mundo. Y cuando eso llega hay que alzar las manos para que se aprecie el trofeo del optimismo. 


Mi felicidad tiene nombre y apellido, y somos nosotros.


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