Suena cursi, exagerado y poco
creíble, pero un corazón se rompe. Un corazón puede acabar en
millones de pedazos. Y por mucho que uno se esfuerce, es imposible recuperar
ese mismo corazón. Y eso es lo que tiene el amor señores, que no existe solo
uno, y sin ese primero no puede haber un segundo ni un tercero. Y eso nos
cambia. El amor te destroza el corazón cuando se acaba, pero también es quién
hace que las piezas que le componen se vuelvan a unir de una manera diferente
para usarlo de una forma diferente, quien te permite que tú mismo encajes cada
parte como quieras, o que se pierda una pieza y sea ese alguien quien la
busque, la encuentre, te la devuelva y te ayude a terminar de montarlo.
Sin darnos cuenta, nos cruzamos
diariamente con corazones rotos, felices, rebosantes de amor, incompletos,
perdidos, tristes, locos... No se comunican, no se hablan, pero se sienten y se
saludan bajo miradas furtivas de milésimas de segundos. Cada uno de nosotros
transportamos de por vida ese material tan frágil, inflamable y bipolar, y
conseguimos que con cada etapa, sea buena o mala, siga bombeando sin cesar.
Pero hacerle bombear no nos convierte en sus dueños, ellos mismos son los que
finalmente nos hacen vivir, decidir, y no al revés. Ellos tienen sus propias
razones, que nosotros nunca alcanzamos a comprender. Son impredecibles, no
desvelan ni clarifican dudas, sencillamente se caen al suelo y se rompen sin
avisar. No importa lo preparado que se esté, no importan las largas
conversaciones con nuestra mente los días anteriores, ni los infinitos
botiquines repletos de esparadrapo, pegamento y tiritas que tengamos preparados
en caso de caída.
El corazón está hecho para ser
compartido, sin normas, sin contratos indefinidos. Pero nuestra maldita mente
siempre intercede con las reglas del juego. La racionalidad se basa en que dos
corazones pueden unirse cuando ambos están completos por fuera pero vacíos por
dentro, pero todos somos la excepción. ¡Y lo aceptamos! Aceptamos que nuestro
corazón aún no está competo y aún si queremos entregarlo, aceptamos la
posibilidad de que puede desplomarse en cualquier momento, pero eso es el amor,
eso es vivir, y si no arriesgásemos no ganaríamos, y si no se nos rompiese el
corazón, nunca sabríamos lo que es el amor.
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